
Dejo la Compañía de Jesús. Es la consecuencia de una elección que se ha venido fraguando en mi corazón delante de Dios durante mucho tiempo. No salgo por temor, sino por amor. Tras muchos años, a vueltas de estar enamorado y seguir viviendo esta vocación al paso de las tres heridas (los votos), con el empeño honesto de afrontar las promesas perpetuas que hice hace casi diez años, sigo optando por amor.
Estoy tranquilo, el amor y la ternura del Señor me llegan por todas partes, sobre todo de ella, pero también por los que estáis más cerca: familia y compañeros. Una profunda alegría solapa el dolor y el desconcierto de dar un giro a la vida que, además de llevarme a otro lugar, arranca pedacitos de vida de quienes habéis compartido conmigo esta batalla.
El movimiento es claro para mí:
de trinchera a descubierto. Llevo tiempo sintiendo como el Señor me animaba a ponerme a la intemperie y esto tenía que ver con el enamoramiento; con dejar seguridades, por buenas que fueran, para seguirle a descubierto.
Este curso ha sido una lucha tremenda por poner nombre al "descubierto" y a la "trinchera" en mi vida, como lugares espirituales desde los que leer la vida y oprtar. Un año de mucho sufrimiento hasta esclarecer que el paso de trinchera descubierto era seguir optando por amor, como he hecho. La amo con todo lo que un hombre de carne y hueso puede amar, y me siento amado por Dios en ella, como nunca jamás me he sentido amado.
Soy el mismo, tranquilos. Sensible a los que más sufren, con el corazón y el oído pegados a los raíles de la calle y de la vida de las gentes, con una relación muy especial y central con el Señor, sensible, medio poeta, a veces bruto y cabezón, pedagogo, bajito y con algún kilo de más. Lo que cambia es el lugar desde el que Dios me llama a seguir amando y construyendo vida y Reino, y ser feliz.
Un abrazo y gracias por estar ahí.